Juan Gálvez: el campeón del pueblo
Hace 45 años se apagaba en Olavarría la vida del máximo ganador del automovilismo nacional.
Hace 45 años se apagaba en Olavarría la vida del máximo ganador del automovilismo nacional.

Inolvidable. Tras el paréntesis producido por la Segunda Guerra Mundial, al reiniciarse las competencias del Turismo de Carretera, Oscar Alfredo y Juan Gálvez (había debutado en 1941) compitieron por separado, dando comienzo a uno de los más grandes duelos de la historia de la especialidad y, llamativamente, entre dos hermanos.Con el transcurrir de los años se fueron acumulando las victorias en todos los circuitos argentinos. Se repetían sus triunfos en los grandes premios: en el llano, en las montañas y en los autódromos. Al producirse la muerte de Juan, los aficionados no vieron más el Ford azul con el invariable número uno pintado en los laterales.En los corrillos “tuercas” todavía se dice que mientras haya un camino de tierra, un vado o un lomo de burro que vencer en las rutas sudamericanas, el espíritu de “Juancito” volará por sobre ellos, dominándolos, de la manera que siempre supo hacerlo con su encabritada cupé Ford en busca del triunfo y de la gloria.
El 3 de marzo de 1963 el “ha muerto Juan Gálvez”, que se filtró por las entonces recién llegadas radios Spica, provocó torrentes de llanto. Se había terminado la vida del más grande ganador del automovilismo nacional.
Cuenta la historia que desde aquella primera vez en que se subió como acompañante de su hermano Oscar en 1938 -con 20 años cumplidos en febrero de ese año- fue cimentando su propia historia de la mano de su hermano mayor primero, hasta que tomó vuelo propio. Cuando el cruel pace-car de la Segunda Guerra Mundial se hizo a un lado y se reanudó la vida, la presencia de “Juancito” fue imprescindible para escribir una época de gloria del automovilismo argentino.Gálvez era un porteño esquivo a la hora de derrochar simpatía, y más aún comparándolo con su verborrágico hermano Oscar -quien más allá de algunos cimbronazos, lo ayudó en momentos difíciles, como cuando resignó su triunfo en la mítica Buenos Aires-Caracas para ayudarlo-. Su sobriedad era otra de sus características. Pero una vez “soltó el indio” y se fue a recorrer el país en el auto de carrera en compañía de su hermano menor, Roberto.
La tragedia
Aquel de Lima en el 40 no iba a ser el único accidente feo. Ya como piloto, se “comió” una curva tras quedarse sin luz y viendo apenas a través de los faros del “Sapito” de Marcos Ciani durante 100 kilómetros. Fue en el GP del 60, por Pinzón, cerca de Pergamino, y ese accidente fue el inicio de un tiempo distinto, ya que durante la temporada siguiente apenas si se presentó en una carrera, despidiéndose del “1” para siempre. En el 62, de nueve pruebas apenas ganó una: la Vuelta de Laboulaye.Hasta que llegó Olavarría, adonde Oscar le había aconsejado no ir. Con el resultado puesto la leyenda se agranda, pero lo cierto es que el “Aguilucho” intuía algo. Muchos recordaron que Oscar también solía pedirle que no dejara de usar el cinturón de seguridad, algo que Juan desistió de hacer desde que vio quemarse a un colega.La crónica recuerda que Gálvez no pudo poner la segunda porque la caja modificada se rompió. El auto dio cinco tumbos y “Juancito” salió eyectado del coche. Y no hubo milagros.
Hazañas con la cupé Ford
“Juancito” Gálvez nació en el barrio porteño de La Paternal el 12 de febrero de 1916. Su récord es impresionante: con 59 victorias, es el número uno de todos los tiempos. Fue campeón de Turismo Carretera en nueve ocasiones (1949, 50, 51, 52, 55, 56, 57, 58 y 60). Durante la década del 50, la cupé Ford V8 azul modelo 1939 con válvulas laterales de Gálvez resultó una aplanadora. El motor tenía una potencia de 170 HP, a un máximo de 5.000 RPM.
Despedida y premonición
La noche anterior a su muerte, Juan Gálvez había sido ovacionado junto a los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi, naturales de Olavarría, sus más serios oponentes. Juntos compartieron una velada con periodistas, fotógrafos, técnicos, mecánicos, asistentes y apasionados hombres “tuercas”. Quedó una frase familiar para la historia. Oscar Gálvez, su hermano, le había dicho: “no vayas Juan, es sumamente riesgoso. En Olavarría me tiraron piedras”.
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